"Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas, esta vez sí que es una Revolución!"
Primero de enero de 1959: Esta vez sí que es una Revolución
Dos años y 13 días habían transcurrido desde que Fidel Castro, con solo siete fusiles, reiniciara la lucha armada en las montañas de la Sierra Maestra
Dos años y 13 días habían transcurrido desde que Fidel Castro, con solo siete fusiles, reiniciara la lucha armada en las montañas de la Sierra Maestra
Autor: Eugenio Suárez Pérez | internet@granma.cu
Autor: Acela Caner Román | internet@granma.cu
31 de diciembre de 2015 21:12:02
Autor: Acela Caner Román | internet@granma.cu
31 de diciembre de 2015 21:12:02
El primer día de enero de 1959, Cuba amaneció con la noticia de la
huida del dictador Fulgencio Batista. Dos años y 13 días habían
transcurrido desde que Fidel Castro, con solo siete fusiles, reiniciara
la lucha armada en las montañas de la Sierra Maestra. El ejército de la
tiranía había sido derrotado.
Las maniobras de última hora y el
golpe militar para frustrar el triunfo revolucionario no pudieron
impedir la victoria de la Revolución.
Fidel había alertado
Desde Palma Soriano, el 31 de diciembre de 1958, a través de las ondas
de Radio Rebelde, Fidel había alertado al pueblo de Cuba de las
maniobras que se fraguaban:
“Hoy vengo a decirle a nuestro pueblo
que la Dictadura está vencida. Es posible que la caída de Batista sea
cuestión ya de 72 horas. A estas horas luce evidente que el régimen no
puede resistir por más tiempo. Las fuerzas que lo defienden se están
resquebrajando en todas partes. El Ejército Rebelde tiene 10 000
soldados de la tiranía copados en la provincia de Oriente. Sin embargo,
yo tengo que hablarle hoy muy claramente al pueblo [...]. Hay muchos
intereses que están tratando de evitar el triunfo pleno de la
Revolución. Le quieren escamotear al pueblo y al Ejército Rebelde la
Victoria”.1
Horas después —ante la imposibilidad de detener al Ejército Rebelde que avanzaba y se consolidaba en todos los frentes—, se inicia en la capital un conato de golpe de Estado.
Horas después —ante la imposibilidad de detener al Ejército Rebelde que avanzaba y se consolidaba en todos los frentes—, se inicia en la capital un conato de golpe de Estado.
Intento de hacer efectivo un nuevo golpe de estado
Poco antes de la 01:00 hora del 1ro. de enero de 1959, en medio de la
fiesta por el recibimiento del nuevo año, Batista pronunció un
melodramático discurso de renuncia a su cargo de presidente. En su
intento de hacer efectivo un nuevo golpe contra el pueblo cubano, dirige
sus últimas palabras a las fuerzas armadas y a los agentes de la
seguridad para pedirles que obedezcan y apoyen al nuevo gobierno y a las
jefaturas de los cuerpos armados al frente de los cuales ha sido
nombrado el mayor general Eulogio Cantillo y Porras.
Tras invitar
a sus cercanos cómplices para reunirse con él en el aeropuerto militar
de Columbia —aproximadamente a la 01:30 horas— Batista llega a la pista
donde esperan tres aviones DC-4 en los cuales él y sus más allegados
abandonarán el país. Minutos antes de partir, siendo las 02:10 horas,
junto a la escalerilla del avión, le daba a Cantillo sus últimas
instrucciones: “Llama al embajador americano, llama al magistrado
Piedra, destruye el archivo confidencial que te entregué hoy, protege
las oficinas diplomáticas, no sueltes a los oficiales presos en Isla de
Pinos”.2
Entre las 02:50 y las 03:15, desde la Ciudad Militar de Columbia, el general Cantillo se dedica a cumplir las orientaciones recibidas. Primeramente, llama al magistrado Carlos Manuel Piedra Piedra y, al no poder contactarlo, pide vayan a buscarlo porque “el jefe del Ejército necesita hablar con él sobre un asunto de interés nacional”. Luego, llama a Earl T.
Entre las 02:50 y las 03:15, desde la Ciudad Militar de Columbia, el general Cantillo se dedica a cumplir las orientaciones recibidas. Primeramente, llama al magistrado Carlos Manuel Piedra Piedra y, al no poder contactarlo, pide vayan a buscarlo porque “el jefe del Ejército necesita hablar con él sobre un asunto de interés nacional”. Luego, llama a Earl T.
Smith, embajador de Estados Unidos en
Cuba, quien —tras conocer de la huida del tirano— le da el visto bueno a
las decisiones adoptadas. Acto seguido, escribe una alocución para ser
leída a todos los oficiales de Columbia.
A las 03:45, en las
oficinas del Estado Mayor del Ejército, el general Cantillo se
encuentra con el magistrado Piedra y le informa que Batista ha
renunciado a la presidencia de la república y que —como han declinado
aceptar ese cargo el vicepresidente Rafael Guás Inclán; el presidente
del Senado, Anselmo Alliegro; y Gastón Godoy y Loret de Mola, presidente
de Cámara de Representantes y vicepresidente electo—, lo han llamado a
él porque de acuerdo con la Constitución le corresponde la presidencia
por ser el magistrado más antiguo del Tribunal Supremo.
Antes de
tomar una decisión, Piedra quiso consultar con algunas personas, muchas
de las cuales habían sido también propuestas por Batista. No obstante, a
las 04:30, Cantillo envía un radiograma a todos los mandos en el que
informa que Batista y los jefes de las Fuerzas Armadas han renunciado a
sus cargos para evitarle al país mayores derramamientos de sangre y que
Carlos M. Piedra, se ha hecho cargo de la Presidencia de la República y
él ha asumido la jefatura de las Fuerzas Armadas.
La noticia de
la huida del dictador, poco a poco se fue filtrando. Ante la presión de
los medios de prensa, a las 06:15 se confirma y las emisoras de radio
comienzan a difundirla.
¡Revolución, sí; golpe militar, no!
Cerca de las 8:30 de la mañana, Fidel Castro conoce del golpe de Estado
y así lo relata: “Yo me encontraba en el central América. En esos
momentos estaba preparando las tropas para avanzar sobre Santiago de
Cuba, cuando me informan de que había dicho Radio Progreso que Batista
se había ido.
Claro que no era totalmente una sorpresa, porque el
día antes yo había enviado un ultimátum anunciando que se rompían las
hostilidades, y lo había enviado a la plaza de Santiago de Cuba para que
se lo comunicaran a Cantillo […] Yo de inmediato, sin perder un
minuto, redacté las declaraciones, no tardé apenas una hora en redactar
las declaraciones y salir a donde estaba la planta móvil”.3
Pocos
minutos después, Fidel arriba a Palma Soriano y se dirige al sitio
donde estaba instalada la planta de Radio Rebelde. A su entrada, los
compañeros de la emisora le informan que el general Eulogio Cantillo le
ha estado llamando insistentemente porque desea hablar con él. Fidel los
mira y rápidamente les dice: “Yo no estoy loco; ustedes no se dan
cuenta de que los locos son los únicos que hablan con cosas
inexistentes, y como Cantillo no es el jefe del Estado Mayor del
Ejército, yo no voy a hablar con cosas inexistentes, porque no estoy
loco. Todo el poder es para la Revolución”.4
Fidel toma el micrófono para transmitir instrucciones precisas a los comandantes del Ejército Rebelde y al pueblo: “Cualesquiera que sean las noticias procedentes de la capital, nuestras tropas no deben hacer alto al fuego por ningún concepto. […] La dictadura se ha derrumbado como consecuencia de las aplastantes derrotas sufridas en las últimas semanas, pero eso no quiere decir que sea ya el triunfo de la Revolución. Las operaciones militares proseguirán inalterablemente mientras no se reciba una orden expresa de esta comandancia, la que solo será emitida cuando los elementos militares que se han alzado en la capital se pongan incondicionalmente a las órdenes de la jefatura revolucionaria. ¡Revolución, sí; golpe militar, no!”5
Fidel toma el micrófono para transmitir instrucciones precisas a los comandantes del Ejército Rebelde y al pueblo: “Cualesquiera que sean las noticias procedentes de la capital, nuestras tropas no deben hacer alto al fuego por ningún concepto. […] La dictadura se ha derrumbado como consecuencia de las aplastantes derrotas sufridas en las últimas semanas, pero eso no quiere decir que sea ya el triunfo de la Revolución. Las operaciones militares proseguirán inalterablemente mientras no se reciba una orden expresa de esta comandancia, la que solo será emitida cuando los elementos militares que se han alzado en la capital se pongan incondicionalmente a las órdenes de la jefatura revolucionaria. ¡Revolución, sí; golpe militar, no!”5
Radio Rebelde no detiene sus trasmisiones. Desde
la pequeña planta que ha multiplicado su potencia, los principales jefes
del Ejército Rebelde reciben directamente las instrucciones militares.
Esta vez los mambises entrarán en Santiago
Las columnas 1, 3, 9 y 10 avanzan hacia la capital de Oriente bajo el
mando directo del Comandante en Jefe, quien rememora: “Nosotros movimos
inmediatamente las tropas para Santiago de Cuba. A Santiago había que
atacarlo de todas maneras ese día, porque de lo contrario podía
consolidarse aquel golpe. Sobre las dos de la tarde yo estaba muy
preocupado con las noticias que venían de La Habana en el sentido de que
‘[…] la opinión pública puede ser confundida’.
Pero ya se había
leído la proclama mía, que salió por CMQ y por Radio Progreso […]
inmediatamente me reuní con los compañeros de la dirección del
Movimiento y acordamos dar la orden de huelga general para el día
siguiente, y la de Santiago la dimos para las tres de la tarde, y un
ultimátum a la ciudad para las 6 de la tarde. Si no deponían las armas,
nosotros atacábamos”.6
A las puertas de Santiago de Cuba, Fidel
hace un importante llamamiento: “Santiagueros: la guarnición de Santiago
de Cuba está cercada por nuestras fuerzas. Si a las seis de la tarde
del día de hoy no han depuesto las armas, nuestras tropas avanzarán
sobre la ciudad y tomarán por asalto las posiciones enemigas. A partir
de las seis de la tarde de hoy, queda prohibido todo tráfico aéreo o
marítimo en la ciudad. […] Los militares golpistas pretenden que los
rebeldes no puedan entrar en Santiago de Cuba. Se prohíbe nuestra
entrada en una ciudad que podemos tomar con el valor y el coraje de
nuestros combatientes como hemos tomado otras muchas ciudades. Se quiere
prohibir la entrada en Santiago de Cuba a los que han liberado a la
patria; la historia del 95 no se repetirá, esta vez los mambises
entrarán hoy en Santiago de Cuba”.7
El Comandante en Jefe se
dirige al alto del Escandel. Allí, establece la Comandancia General del
Ejército Rebelde. En horas de la tarde, el jefe de la plaza de Santiago
de Cuba, coronel José M. Rego Rubido, arriba al Escandel para una
entrevista con Fidel, en la cual este le plantea que desea invitar a
todos los oficiales de la plaza para que se reúnan allí con el Ejército
Rebelde.
Rego Rubido dijo que ese encuentro solo sería posible si
un alto representante del mando rebelde se reunía previamente con la
oficialidad en Santiago. De inmediato, el comandante Raúl Castro se
ofreció para esa misión y Fidel aceptó.
Poco después, Raúl Castro
—solamente acompañado por el capitán Raúl Guerra Bermejo, Maro—, entró
al cuartel Moncada donde fueron asesinados muchos de sus compañeros de
la Generación del Centenario. El comandante guerrillero fue recibido por
una multitud de soldados enemigos que lo aclamaban.
La reunión
se efectuó en el patio central de la fortaleza militar. Raúl habló con
los oficiales del ejército, la Marina de Guerra y la policía y, les
expresó que ya iba siendo hora de cesar ese derramamiento de sangre
entre hermanos y que podían contar con la generosidad del Ejército
Rebelde. Añadió que cumplía instrucciones de Fidel, quien invitaba a los
principales jefes de las guarniciones de Santiago de Cuba a reunirse
con él en el Escandel. Raúl terminó sus palabras diciendo: “Aquí no hay
vencedores ni vencidos, la única que ha ganado es Cuba”.
Cerca de
las siete de la noche, en el Escandel, se realizó la reunión con los
oficiales de la plaza de Santiago de Cuba con el Comandante en Jefe.
Allí, Fidel recabó su apoyo y todos acordaron desaprobar el golpe
amañado de Columbia y apoyar la Revolución Cubana. Gracias a esa actitud
asumida por ellos, se ahorró mucha sangre y mucho dolor.
¡Al fin hemos llegado a Santiago!
Muy tarde en la noche de ese primer día de enero, miles de personas se
congregaron en el Parque Céspedes. Desde el balcón del Ayuntamiento
santiaguero, el máximo líder de la Revolución expresó: “¡Al fin hemos
llegado a Santiago! Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado.
[…] La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil,
la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre todo en
esta etapa inicial; y ¿qué mejor lugar para establecer el gobierno de la
república que en esta fortaleza de la Revolución? Para que se sepa que
este va a ser un gobierno sólidamente respaldado por el pueblo, en la
ciudad heroica y en las estribaciones de la Sierra Maestra —porque
Santiago está en la Sierra Maestra—, en Santiago de Cuba y en la Sierra
Maestra, tendrá la Revolución sus dos mejores fortalezas.
Pero
hay, además, otras razones: el Movimiento Militar Revolucionario, el
verdadero Movimiento Militar Revolucionario, no se hizo en Columbia; en
Columbia prepararon un `golpecito´ de espaldas al pueblo, de espaldas a
la Revolución, y sobre todo, de acuerdo con Batista. Puesto que la
verdad hay que decirla, y puesto que venimos aquí a decirla al pueblo,
les digo, les aseguro que el golpe de Columbia fue un intento de
sabotearle al pueblo el poder, de sabotearle el triunfo a la Revolución;
y además, para dejar escapar a Batista, para dejar escapar a los
Tabernilla, para dejar escapar a los Pilar García, para dejar escapar a
los Salas Cañizares y a los Ventura. […] Esta vez no se frustrará la
Revolución. Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de
verdad a su término; no será como en el 95, que vinieron los americanos y
se hicieron dueños de esto, […] intervinieron a última hora y después
ni siquiera dejaron entrar a Calixto García, que había peleado durante
30 años, no lo dejaron entrar en Santiago de Cuba; no será como en el
33, que cuando el pueblo empezó a creer que la Revolución se estaba
haciendo vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del
poder e instauró una dictadura feroz aquí; no será como en el 44, año en
que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había
llegado al poder. ¡Y los que llegaron al poder fueron los ladrones! ¡Ni
ladrones, ni traidores, ni intervencionistas, esta vez sí que es una
Revolución!
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